Guajira venezolana: entre la desnutrición y una salud en crisis

El Día Internacional de los Pueblos Indígenas se conmemora hoy, 9 de agosto. La pregunta que se hace el pueblo wayuu, cuyos territorios ancestrales están en el Estado venezolano, es: ¿hay algo qué celebrar? Cuando el hambre, la falta de agua, la escasez de medicamentos e insumos médicos, la crisis de servicios básicos, las violaciones de derechos humanos y la corrupción gubernamental tienen en completa miseria la vida del pueblo indígena más numeroso de Venezuela: 404 mil 651, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

El Comité de Derechos Humanos de la Guajira, liderado por José David González, denuncia, a propósito de la efeméride, cómo la desnutrición y la crisis en salud tiene en completo caos el municipio Guajira.

Las salas de emergencias colapsan cuando hay fluctuaciones eléctricas, ya que, esto ocasiona que los hospitales queden totalmente a oscuras y se atienden a los a pacientes en las afueras del centro de salud o muchas veces se le remite hacia otro hospital en Maracaibo o Colombia (a poco menos de dos horas de viaje del lugar).

Mayret Fernández fue testigo de la atención que prestan esta emergencia. «Hace como 15 días traje a mi hermano con una herida de bala que recibió en un intento de robo, lo trasladé para que lo atendieran y, cuando llegue aquí, no había luz y los médicos me dijeron que no podían hacer nada, que lo llevara a otro lugar y me tocó trasladarlos por cuenta propia hacia una clínica en Maicao, Colombia, porque aquí no hay ni ambulancias».

Estos episodios de caos se repitieron con mayor frecuencia en los meses de enero y febrero y con un repunte mayor a finales de marzo, cuando la localidad sufrió de apagones que se contaron por días.

Pesé a la censura impuesta por la Alcaldía del municipio Guajira y la Secretaría Regional de Salud del estado Zulia, hemos accedido a balances facilitados por los médicos de guardia quienes admiten que en enero y marzo hubo un repunte de diarrea y fiebre en menores y ancianos alcanzando los 250 casos atendidos en la emergencia de los Hospitales Paraguaipoa y Sinamaica. También, se atendieron 410 casos de síndrome viral, 200 de fiebre y 15 de hepatitis cifras que para las autoridades no genera ningún tipo de alarma.

En general, las condiciones de atención sanitaria empeoran sin que haya alguna respuesta de las autoridades. La situación crítica se reproduce en el Hospital I de Sinamaica, donde hay criaderos de zancudos en los pasillos, y por tanto, hay un alto riesgo de que se desencadene un brote de dengue, del mismo modo los otros centros de salud se convirtieron en fachadas vacías donde todos los insumos que requiere el paciente debe comprarlo en farmacias que expenden los productos en moneda extranjera a precios inaccesible para la población indígena que busca curarse de sus males en estos centros asistenciales.

Enfermedades y Contextos

Una de las causas de las enfermedades más comunes que registran estos Centros de salud, según el exepidemiólogo del municipio, José  Fernández, es la pobre calidad del agua que se consume en la Guajira. Las fuentes principales son pozos artesanales o acueductos ubicados cerca de las viviendas, donde se suele defecar al aire libre, en consumo de alimentos balanceados también es un factor que incide en una buena salud, pero las comunidades indígenas de la localidad a poco consumen dos comidas diarias y muchas veces no contienen proteínas.

Al ser un hecho la llegada de los primeros casos de COVID-19 en el país, el caos se apoderó de los vecinos de la Guajira, quienes al ver el quebrantado estado de la Salud en la zona pensaron en lo peor, tal como lo confirma Abraham Granda, vecino de Paraguaipoa, «Si el sistema de salud que tenemos no soporta un simple brote de diarrea en 5 niños puedes imaginarte como seria con una pandemia», argumentó que el deficiente servicio de salud genera pánico porque los constantes apagones, las falta de insumos y la capacidad médica operativa no cumple con la expectativa de quienes acuden a estos hospitales y más aún las condiciones de bioseguridad para el personal no es suficiente para evitar la propagación del virus.

Transcurrido marzo, sólo pacientes que buscaban colocarse una inyección, medirse la tensión o dar a luz son los que buscaban de los hospitales el resto de pacientes con otras enfermedades evitaron por completo acercarse en busca de atención, esto como prevención a contagiarse de cualquier virus, ya que los hospitales no son desinfectados ni mucho menos dotados a pesar de la pandemia que ya estaba a pocos kilómetros de la Guajira.

El 27 de mayo, uno de los poblados que mayor frecuentan los habitantes de la Guajira, pasó a una etapa de aislamiento radicalizado por el Estado venezolano, el Hospital Binacional de Paraguaipoa quedó en medio ese control sanitario, ya que, según las autoridades de salud, una enfermera dio positivo a COVID-19 sin precisar detalles sobre el hecho se restringió por completo el acceso al hospital quedando a la deriva cualquier caso de emergencia que se registre en la localidad.

Siete días después, sin aún confirmar si el caso del hospital fuese un hecho, se anunció por parte de un órgano del estado que se creó en medio de la pandemia que este único centro de salud pasaría a ser un ‘Hospital Centinela’. Según el gobierno de Nicolás Maduro estos hospitales serían los centros que atienden a pacientes con COVID-19 y que cuentan con todos los insumos necesarios para tal fin, pero a esta versión los vecinos del poblado la desmienten, quienes el lunes, 8 de junio, salieron a las calles a exigirle al gobierno que no tome el hospital debido a que no cuenta con las mínimas condiciones y que de activarse para este tipo de servicios podría generar un brote de contagios en los vecinos ya que los controles de seguridad e higiene no se prestan, pero ante tal exigencia de los pobladores se mantuvo firme la decisión y se le apertura como Hospital Centinela sin recibir ningún tipo de dotación ni muchos menos materiales de bioseguridad para el personal médico y pacientes.

Tras esta decisión queda a disposición de la población un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) espacio que presta servicios hospitalarios y que es atendido por médicos cubanos y venezolanos, que es mucho aun peor en condiciones que el Hospital: por un problema de cableados que presenta muy pocas veces mantiene fluido eléctrico, no cuenta con insumos, ni camillas para albergar a pacientes que requieren hospitalización, a poco menos de 30 kilómetros de distancia otros dos centros de salud están disponibles; Hospital I Sinamaica y CDI Karouya ambos a puntos de ser clausurados por el alto índice de insalubridad que fue reconocido por las mismas autoridades sanitarias tras una visita realizada en Abril de este año en medio de la emergencia por el Covid-19, quienes buscaban activarlos para ser centros médicos de recepción para los migrantes que retornan al país a través de la frontera de Paraguachón.

La desnutrición

Uno de los problemas más graves de la Guajira es la desnutrición. En los últimos años se ha alertado, desde el Comité de Derechos Humanos de la Guajira, sobre su empeoramiento.

El cierre del paso fronterizo a Colombia, instaurado desde septiembre de 2015 por parte de la administración de Nicolás Maduro, ha afectado la economía de la zona, sustentada en la agricultura, la pesca y el intercambio comercial.

Está situación se intensificó más el pasado 14 de marzo, cuando Iván Duque, presidente de Colombia, dio la orden de bloquear por completo los accesos por vía principal y desvíos conocidos como trochas para evitar la propagación de la pandemia que afecta al mundo.

Esto trajo graves consecuencias pues el municipio Guajira y la región occidente de Venezuela se suministraba de alimentos provenientes de Colombia mediante el comercio informal, y como resultado a este cierre el municipio fronterizo llegó a un nivel muy alto de desabastecimiento de alimentos, generando el cierre de los comedores fronterizos que fueron habilitados por las agencias internacionales para la atención a venezolanos en situación de pobreza extrema, dejando al indígena que hace vida en esta región a merced del hambre y una crecida rápida del índice de desnutrición.

La desnutrición afecta tanto a adultos como niños. La dieta de las familias se redujo significativamente, en algunos casos se llega consumir alimentos una vez al día bajos en grasas, calorías y proteínas. Asimismo, las fuentes de agua se encuentran contaminadas o simplemente secas producto de la fuerte sequía y la falta de limpieza de los pozos artesanales.

En el municipio fronterizo, desde 2016 se contabilizan entre 20 a 50 casos de desnutrición graves. Pero en el segundo trimestre del 2020 los índices aumentaron junto con ellos la muerte por hambre.

El pasado 30 de mayo, en el sector Los Robles, al sur de la Guajira murió una infante de seis meses producto de la falta de alimentos, según sus padres no hallaron formas de poderle suministrar fórmulas lácteas porque la familia no contaba con ingresos para suplir la emergencia, pero lo más lamentable de la situación era que esta menor era gemela y su hermanita murió, también, una semana antes de las mismas causas.

El 4 de junio, una niña de cinco años murió en el sector Ariguapa, según su madre Marelbis González, lloraba por hambre y a los días entró en shock, vomitaba sólo agua, entró en colapso y murió. Ningunos de estos casos presenta informe médico que determine las causas de su muerte; pero, sus padres argumentan que la falta de ingresos económicos y el control en medio de la cuarentena los ha dejado sin opciones para atender la canasta familiar.

Pesé a que estos casos fueron reportados ante la opinión pública ningún organismo ha podido dar respuesta a la situación, a pesar de que se mantienen denuncias y un registro de más de 100 casos similares de familias enteras que padecen inseguridad alimentaria en niveles críticos, de los cuales se puede dar a conocer el caso de la familia de Mairibel González, mujer wayuu, habita en el sector Malichen, tiene cinco hijos con discapacidad y desnutrición severa.

Sinamaica

La laguna de Sinamaica es una de las reservas ambientales más extensa de Zulia, al norte de Venezuela, un espacio que alberga al pueblo indígena añú, su medio de transporte es a través de lanchas y canoas de pequeñas dimensiones, la mayoría de quienes viven allí prefieren movilizarse en flotantes de madera seca, pedazo de plásticos y otros objetos que les sirva como medio de traslado de un lugar a otro.

Este poblado cuenta con más de ocho comunidades, donde el 90% de la población es de pobreza extrema, su modo de supervivencia es la pesca; pero, este arte ha dejado de generar ingresos por la alta contaminación del agua producto del tráfico de combustible.

En diciembre de 2016, en un informe emitido por el Comité de Derechos Humanos de la Guajira, se documentó la grave situación de los indígenas que allí habitan el hambre tocaba a los menos afortunados; niños y adultos, y desde esa fecha hasta la actualidad se han registrado cerca de 80 casos de desnutrición de los cuales 10 han sido fatales.

En lo que va de 2020, los niveles de desnutrición han afectado frontalmente el modo de vida de esta población, quienes han notado un desmejoramiento de su condición de vida, la ración del hogar ha disminuido bruscamente llevando al consumo de hasta cuatro platos de comida por familias en una semana cifras que alarman pero que las autoridades han optado por callar ante la situación política que atraviesa el país

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