Además de periodista, gestora cultura y promotora del turismo regional, Jayariyú Farías Montiel escribió poesía. Su primer poemario fue Esperanza aborigen (2010) y el segundo, Dulce Diosa de los Ríos quedó entre sus archivos. Entonces, para honrar su faceta de poetisa, sus familiares y amigos más cercanos le dedicaron prosas y versos de su puño y letra:
Suné Semprún Farías
Fundadora del periódico Wayuunaiki, dueña de la posada Paraguaipoa que hizo con empeño y amor. Defensora de los derechos indígenas, luchadora y guerrera, emprendedora. Mujer radiante llena de luz y alegría. La persona que rompió fronteras falleció el 21 de septiembre de 2017, pero su legado vivirá y lo que nos dejó se honrará en su nombre. Una de sus metas era lograr que todos vieran la belleza de su amada Guajira: ella no veía lo malo de la Guajira, sino visualizaba lo que se podía hacer ella. Le decían “Princesa wayuu”, por el orgullo que ella tenía por su cultura. Ella era como su dicho: “Guajira hermosa, amable y gentil”. El tiempo que estuvo en la Tierra logró mucho. A aquella mujer ejemplar siempre la recordaremos. Ella a cada uno de nosotros nos dejó una semilla sembrada en nuestros corazones.
Ella escribía palabras que le salían del alma. Jayariyú Farías Montiel, mi tía, siempre fue una mujer simpática, creativa muy trabajadora; espontánea, amorosa y cariñosa. La recordaremos siempre por su personalidad única.
Alexandra Sericia
Honor a quien honor merece y definitivamente esa eres tú.
Vida, tía, madrina, madre, amiga, ejemplo, heroína y tantas cosas que significas para mí. Dejaste una increíble huella en cada persona que tuvo la dicha de conocerte, en cada lugar al que te aventuraste, en cada párrafo que escribiste y en cada palabra que hablaste.
De ti aprendí que puedo soñar en grande y que lo puedo cumplir, porque así eras tú, una «soñadora» que marcó gran diferencia en este mundo, donde los sueños son aplastados cada segundo.
Gracias por existir, gracias por amarme con todo tu ser, gracias por enseñarme que el amor puro no solo viene de una madre o abuela, gracias por mis tres hermanitos que significan el mundo para mí y, definitivamente, gracias a Dios por haber tenido el honor de llamarte «tía».
Te amaré por siempre, tía Jaya, así como a tía Suné. Vivirás siempre en mi corazón y sé que yo en el tuyo.
Vuela alto, eres un alma libre. Descansa en paz.
Marlyn Morillo Montiel
En mi Guajira se siente un vacío
en tu Guajira las olas de Cojoro chocan
y se rompen unas con otras
te recuerdo así,
tan llena de tu tierra.
Voló alto mi prima Jayariyu
la que lleva su casta en el nombre
si la mirabas a los ojos
encontrabas amor por su cultura.
Te gustaba la poesía
tanto como a mí
por eso te despido con este verso
donde tú sonrisa va
aclarando el cielo,
donde al cerrar los ojos
veo como Dios te recibe
con su abrazo.
Tu sangre fluye por la Guajira
tú hermosa tierra de sol y gloria
llegando a los mares de Castillete.
Tu tierra, cuna de una cultura
que con justa razón te legó
sabiduría, valentía y honor.
Duele saber que tu castillo
en infinita construcción
quedó echando sobre tu pecho
tus planes, tus proyectos.
Descansa de tu largo viaje
por la Madre Tierra
de tus andanzas de mente tibia
y sangre serena.
Aquí solo quedan corazones rotos
y almas dolidas por tu partida
con la mirada fijada hacia el cielo
tratando de encontrar consuelo.
Quedan huecos que solo llenaremos
con recuerdos.
Fernando Mavárez
Tu manta al viento extendida se volvió mariposa
Te elevaste allááá en lo más alto inalcanzable…
Vestida en tus colores y tan hermosa
Tus alas al viento se abrazaron
Y así juntos volaron
Al mar saludaron
Y al sol en la sabana encontraron
Allí junto a tu gente
De piel tostada
Mirada rasgada
Tu raza tan amada
Que te admiraron…
Pues tu voz siempre, fue la de ellos…
Dijiste hasta luego…
Hoy llegó el tiempo que dice descansa…
El que colma los anhelos
La trilla que lleva a los cielos
Y donde hoy caminas descalza…
Vito Apüshana
La vida como partículas ínfimas, a veces invisibles, de todo lo existente y lo inexistente… y ella, como partícula… desde su risa, su mirada… y su sombra…
¿Cuánto de Jayariyuu tenemos los que giramos desde su órbita?
Sentir, ahora, cómo nos alimentan sus partículas-palabras,
sus partículas-silencios, sus partículas-llantos, sus partículas-sudores…
aquellas que se impregnaron en nuestro ser… en una tarde cualquiera a su lado…
o en una mañana gigante bajo el cielo de Santa Lucía en Maracaibo…
o las que se internaron en una noche de leve vapores, junto al caribe,
con ella dueña de la risa y la mirada larga… ella,
con la música de la vida que salía de su boca… ella…
un galope de ideas luminosas… una flor rebosante de flores… en polinización de abrazos.
La amiga como montaña… que escalábamos con la alegría de tocar la cima de la amistad.
La amiga como mar… que buceábamos con la serenidad de la confianza del corazón.
La amiga de los brazos extensos… elásticos… que se alargaban hasta los más alejados rincones para atender nuestros auxilios.
Ella… partícula ínfima del universo…
que late, aquí, en el costado colorado de nuestras vidas…
que palpita, así, imperceptiblemente poderosa… en la palabra que la evoca…
que transpira en la piel colectiva de los que la sobreviven… y la invocan…
Ella, en la prolongación de sus ideas en nuestras manos.
Ella, Jayariyuu Montiel.