Un pueblo en el olvido

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Foto: Cortesía

Son parte importante de nuestros orígenes, de nuestra historia, de nuestro patrimonio. Patrimonio cultural que poco a poco va quedando en el olvido. Excluirlos, rechazarlos o simplemente ignorarlos se ha vuelto parte de la cotidianidad. No por egoísmo, si no que la cantidad de problemas que inundan al país -que son muchos- hacen que nuestras prioridades se organicen en nuestra familia y nuestro pequeño entorno.

Honestamente, no sabía nada de Los Yukpa hasta que los conocí  y hasta que empecé a investigar sobre ellos. El contraste de su historia con la realidad que pude conocer, es enorme; nada que ver con aquel pueblo con una cultura rica en tradiciones. Hoy se asientan en las adyacencias de la avenida Las Industrias de Barquisimeto, donde según ellos; pronto serán más.

110 familias viven allí. Viviendas improvisadas con palos, tablas de madera y bolsas. En las que se reparten personas de una pequeña comunidad que no posee un orden jerárquico definido contrario a lo que cuenta la historia sobre su organización social. Alfonso, es el que “pone orden”, de manera alguna  es el representante del grupo (pero no el jefe), no pude conocerlo porque estaba trabajando. Evencio fue quien me recibió, uno de los pocos que habla español de manera fluida. Con 30 años de edad y 6 hijos a su cargo; algo que puede parecer una locura en estos tiempos, pero para él no lo es.

“Tenemos más de un año aquí, vinimos de La Sierra de Perijá porque allá no hay nada; no hay comida, no hay trabajo, todo es un problema. Aquí, el gobierno viene de vez en cuando y nos ayuda con comida, nos prometieron un terreno y una casa, bueno, eso lo estamos esperando. También pasan personas y nos ayudan, nos dan comida y ropa. Yo trabajo haciendo sombreros como muchos aquí, diario se venden entre 1 y 3 (1000Bsf-200Bsf c/u dependiendo del tamaño). Otros, van a limpiar vidrios o a pedir en los semáforos. Estamos bien, estamos mejor que en la Sierra”.

¿Mejor que en la Sierra?

Según la historia, son una comunidad que se dedica a practicar la agricultura, la caza con flechas, la pesca de arpón, la recolección y la ganadería. Los hombres dedican tiempo a labores de caza así como a fabricar los instrumentos para ello y las mujeres atienden la siembra y el cuidado del huerto. Hoy, vi a una comunidad en completa dejadez, obligada a dejar sus tierras por la falta de oportunidades, de la minería ilegal y de una verdadera falta de voluntad de los gobiernos de apoyar a nuestros pueblos indígenas. Viviendo en condiciones de insalubridad, en ranchos improvisados, expuestos a toda la realidad país que tanto nos ha golpeado. Salieron de sus tierras, de su cultura para de alguna forma ingresar a la nuestra, pero sin tener las herramientas necesarias para lidiar con nuestra forma de vida.

También imaginé esa mítica figura de “El Cacique” la cual aquí parece cosa del pasado, si bien son dos los hombres que llevan las riendas de la comunidad, no son figuras imponentes de autoridad. No existen conflictos internos ya que honestamente son un pueblo muy tranquilo, pero, en la toma de decisiones, parece más un “mientras va viniendo, vamos viendo”.

Si, el choque cultural entre Los Yukpa y nuestra sociedad ha producido profundos cambios en su forma de vida. Honestamente me gustaría que un pueblo tan histórico pudiese conservar su cultura, sus tierras, su historia. Pero poco a poco nuestras leyes, nuestra cultura, nuestros aires de superioridad han venido arrebatándoles su esencia y dándoles a ellos  también la percepción del “camino fácil” en las ciudades “alguien nos va a dar algo”. No trato de defenderlos, insisto, hay mucha sinvergüenzura, mucha dejadez “alguien nos va a traer comida”. En la página web del Gobierno Nacional leí lo siguiente “Los Yupka han logrado conservar una fuerte identidad cultural con su lengua, su organización social y economía y sus Fuertes creencias religiosas”.

Si conservan algo, es su nobleza y su lengua, su economía se ha visto fuertemente afectada, sus tierras poco a poco dejan de ser de ellos, ¿sus dioses?, a mí me dijeron que no creían en Dios.

Redacción: Horacio Siciliano

 

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