El pequeño país de Jayariyú Farías Montiel

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Hace una semana, Jayariyú Farías Montiel partió de su Madre Tierra y de su amada Venezuela. Pero en ellas dejó establecido, con bases profundas, su pequeño gran país: sus hijos, Ananda Mawarí, Luis Gerardo y Luisana Kay.

Hace tres años y medio, el diario Versión Final publicó esta entrevista a Jayariyú en la sección Mujeres emprendedoras. Desde entonces, ha habido una evolución en las visiones de la «Princesa wayuu»: ya la Posada Palawaipo’u está contruida en un 70 por ciento, WAYUUNAIKI se posiciona en La Guajira colombiana y el país que ella fundó también está en desarrollo. Sin embargo, leamos lo que Jayariyú le contó en noviembre de 2014 a Isabel Cristina Morán:

 

En ese pequeño pedazo de tierra que llaman La Guajirera crecen tres ciudadanos bajo los pasos de una presidenta. Ananda, de ocho años, Luis Gerardo, de cinco, y Luisana Kay, de nueve meses. Un día cualquiera de semana los dos mayorcitos entran corriendo a la oficina del único periódico intercultural de Venezuela, Wayuunaiki. Están uniformados, la niña de blanco y el niño de amarillo, y los dos se pelean por una chupeta y por darle un abrazo a su mamá, Jayariyú Farías.

-¡Mami, mami! En la cantina del colegio me regalaron una chupeta-grita Ananda.

Y Jayariyú le responde: «qué bueno, hija», pero su respuesta se queda hasta ahí porque un abrazo fulminante de Luis Gerardo le corta la respiración.

-¡Maaaamiiii!- Y el niño  ríe. Y todos los presentes también. Ahora, el sol (Kay) de ese pequeño país está en casa.

Eso es Jayariyú: una madre. Es madre de sus tres pequeños, de los periodistas del periódico que fundó cuando apenas tenía 22 años, de sus vecinos, de la señora que hace dulces de leche en Sinamaica y de sus amados cinco pueblos indígenas del Zulia, por los que ha luchado tanto.

En estos días fue al banco a abrir la cuenta corriente de su nuevo sueño, la primera posada turística de La Guajira, y se permitió el atrevimiento de opinar en una conversación ajena. Dos personas hablaban del país, de la realidad difícil actual, y ella agregó: “El ejemplo empieza por la casa. Cada mamá debe ver su hogar como su pequeño país y a sus hijos como ciudadanos. Yo tengo tres y le doy ejemplo todos los días”.

Esas tres criaturas son su bandera. En ellos ve el futuro que quiere para sus países, el pequeño y el grande. Pero sobre todo, para la comunidad wayuu. “Les digo que su sangre indígena debe ser su mayor orgullo. Que por estar creciendo fuera de La Guajira no se tienen que olvidar que de allí vienen. Con la interculturalidad, la televisión y la radio es cuesta arriba mantener nuestras tradiciones, sin embargo, se lo destaco siempre y los llevo conmigo para que vean la lucha”.

Ananda está clara y feliz de ver a su madre pelear por lo justo. Pregunta constantemente por qué suceden tantas cosas feas, y Jayariyú le dice que para eliminar esas cosas feas es necesario luchar. Y la niña le refuta, le repregunta cómo, cómo lo haces, mami. Entonces es cuando emprenden el viaje a La Guajira. Y Ananda, que significa camino a la felicidad, toma la vía alterna a su nombre y ve la realidad de Paraguipoa.

De la Guajira para el mundo

A los 11 años salió de su territorio, lo que causó un impacto cultural fuerte. Se fue a Amazonas. Para los wayuu, no hay frontera. Lo que es un límite para un militar, por ejemplo, es simplemente la tierra que Dios les regaló. Es paso libre. La libertad, al igual que el territorio o el agua, es vida para los indígenas.

Ahora, Jayariyú está en su oficina de Wayuunaiki, y recuerda, antes de que lleguen sus dos hijos mayores del colegio, sus inicios en la lucha. Viste su etnia por dentro y por fuera, y lleva su manta multicolor con orgullo.

Es muy risueña; tiene esa clase de risa que da la satisfacción de una vida bien vivida. No deja de mostrar los dientes ni siquiera cuando habla de la primera vez que se quemó caucho en Amazonas.

Era presidenta del Centro de Estudiantes de su universidad y estudiaba Publicidad y Mercadeo. Su rebeldía por causas justas le valió el respeto de sus compañeros y su empeño siempre de ir contra la corriente le valió la construcción y realización de sus sueños.

Quería estudiar Comunicación Social, pero retrasó su ingreso porque no la aceptaron ni en la Universidad Central de Venezuela ni en la Católica Andrés Bello. Y para no perder tiempo, estudió lo que más se parecía.

A la medida que estudiaba, era madre, directora de un medio de comunicación y defensora de los derechos indígenas. Al irse de Amazonas, se residenció en Maracaibo. Desde aquí dirige la vida de muchos. A los 30 años, y gracias a la oportunidad dada en la Universidad Católica Cecilio Acosta, se convirtió en lo que siempre quiso ser: periodista.

“Comunicar es mi talento. Lo descubrí empezando mi adultez. Hubiera querido hacerlo antes, por eso le digo a mis hijos que traten de hallar su potencial lo más temprano que puedan”.

Una revolucionaria poética

Las hembras más fieras son las de mayor sensibilidad poética, de eso está convencida Jayariyú Farías. Dos ejemplos cercanos: María Calcaño y Olga Luzardo, ambas mujeres poetas y reconocidas históricamente por revolucionar su entorno. Tal vez con Luzardo se identifica más porque es su paisana y porque en sus letras se refleja una lucha ancestral.

Ella también escribe, ya ha publicado un poemario para niños (Esperanza aborigen) y otro que está por editar, se llamará Dulce diosa de los ríos. Precisamente, en esas páginas recogerá la vida de las mujeres que han marcado historia, mujeres con una revolución por dentro.

La fuerza de las mujeres es comparable con la energía y materia del centro de la tierra, como diría el periodista deportivo zuliano Ernesto Vera. Allí dentro hay fuego, ardería cualquier ser que se acercara. Si pusiéramos a Jayariyú y a Ernesto a conversar al respecto, es muy probable que coincidieran en la afirmación siguiente: la responsabilidad del universo reside en las mujeres.

Es que la mujer es vida. Y en la cultura indígena aún más, pues se trata de una cultura matrilineal. La hembra transmite el linaje, el clan, y es pilar de la familia y la crianza de los hijos. El clan de nuestra mujer emprendedora de esta semana es su nombre: Jayariyú.

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Mujer letrada

Nombre completo: Jayariyú Farías Montiel.

Edad: 36 años.

Estudios de pregrado: Publicidad y Mercadeo y Comunicación Social.

Estudios de posgrado: Diplomado en Derecho Internacional para los Pueblos Indígenas, en Bilbao.

Ocupación: Es directora y fundadora del periódico Wayuunaiki.

 

 

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