El contacto con los europeos mató a tantos indígenas americanos que enfrió la Tierra

Ameindios

Un equipo de investigadores del University College, en Londres, afirma en un artículo que se publicará el 1 de Marzo en Quaternary Science Reviews que la matanza de indígenas americanos durante el siglo XVI por parte de los europeos (tanto en el norte como en el centro y el sur del continente), contribuyó a enfriar el planeta y y fue una de las causas de la Pequeña Edad de Hielo, un periodo extremadamente frío que duró desde el siglo XIV hasta bien entrado el XIX.

Según los investigadores, la muerte de decenas de millones de personas en América del Norte, América Central y Suramérica implicó, en efecto, el abandono de enormes áreas de cultivo, que fueron ocupadas por los bosques, que consumieron una enorme cantidad de CO2 de la atmósfera y provocaron por lo tanto un enfriamiento generalizado del clima.

Y aunque no todos los científicos están de acuerdo con este planteamiento, lo cierto es que un gran número de indígenas murieron durante el proceso de colonización del Nuevo Mundo.

Bajo la dirección de Alexander Kock, del departamento de Geografía del University College, los investigadores llevaron a cabo un estudio exhaustivo, durante el que revisaron las estimaciones históricas de población, y hallaron que, antes de la llegada de los primeros europeos, en 1492, las dos Amércas contaban con una población de alrededor de 60,5 millones de personas. En ese mismo momento, Europa, con la mitad de extensión, contaba con entre 70 y 88 millones de habitantes.

Durante los cien años siguientes, las guerras, la esclavitud y las epidemias de enfermedades como la viruela, el sarampión, la gripe o el cólera eliminaron aproximadamente al 90 por cien de esa población. Según Koch, hacia el año 1600 el número total de indígenas se había reducido a poco más de seis millones de personas en todo el continente. El evento, según los autores del estudio, fue realmente «catastrófico» para el conjunto de la población local.

De este modo, y a medida que la población disminuía, los bosques se fueron apoderando de las tierras de cultivo indígenas. Para estimar la cantidad de tierras de cultivo abandonadas, Koch y sus colegas recurrieron a estudios que cuantifican la cantidad de tierra, por persona, que utilizan las sociedades indígenas actuales. «Luego podemos extrapolar esos datos para estimar la cantidad de tierra podrían haber utilizado en el pasado», sostiene Koch.

Por supuesto, no todas las culturas indígenas utilizan la tierra de la misma forma. En lo que hoy son los Estados Unidos, por ejemplo, algunas tribus de indios cultivaban, mientras que otras no lo hacían y vivían de la caza. Según el estudio, sin embargo, sí que hubo una gran actividad agrícola en áreas como México y la cordillera andina.

En total, los investigadores estimaron que cerca de 560.000 km cuadrados de tierra (unos 56 millones de hectáreas), pasaron de ser áreas de cultivo a zonas silvestres. Algo más de la superficie que ocupa la Península Ibérica.

Descenso de temperaturas

Por otra parte, el estudio de núcleos de hielo de la Antártida confirma que esta transición de la agricultura a la naturaleza salvaje entre los años 1500 y 1600 coincide con una brusca caída del dióxido de carbono atmosférico (de 7 a 10 partes por millón). La reducción de CO2 provocó un descenso global de las temperaturas, que de media bajaron 0,15 grados en todo el planeta. En esos momentos, además, la Pequeña Edad de Hielo ya estaba en marcha. Muchos lugares se volvieron más fríos y, precisamente durante el siglo XVI, las temperaturas globales alcanzaron su punto más bajo.

Otras investigaciones han demostrado que, en su mayor parte, la Pequeña Edad de Hielo fue causada por intensas erupciones volcánicas y un descenso en la actividad solar, pero los autores del estudio consideran que la desaparición de las poblaciones indígenas de las dos Américas también contribuyó al enfriamiento en ese periodo.

Las reacciones a este trabajo no se han hecho esperar, y las conclusiones de Koch y su equipo han cosechado ya tanto críticas como apoyos incondicionales. Y el propio Koch, medio en broma medio en serio, asegura también que «matar personas no es el mejor camino para solucionar nuestros problemas actuales. Necesitamos reducir nuestras emisiones de combustibles fósiles, y no eliminar poblaciones».

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