Nunca fue un descubrimiento

12 de octubre

Isabel Cristina Morán
(@IsMoran)
Los aborígenes. Los aborígenes caminaban entre bosques y aguas muchas antes de 1492. Disfrutaban de parajes y de un firmamento que los guiaba porque no habían “domesticado” el tiempo.
Y entonces vieron embarcaciones y hombres con herraduras.
Caballos, perros amaestrados.
Pero el 12 de octubre de 1492 no pasó nada.
Arturo Úslar Pietri en su libro Nuevo mundo/Mundo nuevo dice que ese día coincidieron tres situaciones humanas. “La de los españoles, la de los indígenas, que fue variando a la medida en que se entró en contacto con las grandes civilizaciones americanas(…) de inmensa influencia en el gran proceso de mestizaje cultural, que es la característica mayor de la creación del Nuevo Mundo”.
No fue un descubrimiento. Estas tierras ya existían cuando Cristóbal Colón llegó. ¿Qué es descubrir? Tomás Eloy Martínez y Susana Rotker, en el prólogo a Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela —de José de Oviedo y Baños—apuntan que “descubrir es avanzar”.
Ambos explican que no se posee un lugar si solo se pasa por él. La geografía no es una mera contemplación. Luego del paso de los visitantes, la tierra de América siguió siendo “infinita, desconocida”. ¿Una tierra se descubre únicamente por pasar por ella? Un verbo más adecuado sería encontrar. Y a esta interrogante se le suma la incertidumbre de no poder precisar cuántas veces es necesario pasar por una tierra para decir que es propiedad de determinado caminante.
Otra visión de esta historia
Sigamos pensando en los aborígenes. En cómo hacían fuego y cómo pedían lluvia. En cómo, quizá, compartían la caza y sus siembras, en verdadera sociedad “socialista”, así como todavía se encuentran algunas comunidades yukpas y barí en Los Ángeles del Tokuko. ¿Dónde estaban ellos cuando se comenzó a hablar del nombre América?
Úslar Pietri asegura que se empezó a nombrar a América por primera vez en 1507. Esto se le debe “al capricho retórico de un cartógrafo de la Lorena”. Por un tiempo, los navegantes que se convirtieron casi de inmediato en los primeros cronistas de Indias, creyeron a estas tierras asiáticas. Solo cuando se “topan con costa de la actual Venezuela, cuando adquieren la noción de una Tierra Firme”, solo después del avistamiento del Pacífico se tuvo conciencia de que este era un nuevo continente.
Los aborígenes cambiaron. Dejaron de ser. También los españoles se transformaron. Sí es cierto que intercambiaron piedras preciosas por espejitos y que cuando vieron sus rostros se sorprendieron. Hablaron castellano y se hicieron cristianos. La conversión fue un proceso doloroso para los indígenas.
El nombre América aparece tardíamente. Ese vocablo predominó en la parte norte de las colonias inglesas. Tuvo aceptación a partir de la independencia de Estados Unidos. Hace seis siglos que llamamos a estas tierras así.
Antes de 1492 todo esto existía. Cristóbal Colón y sus acompañantes hallaron “una pequeña parte geográfica y humana del inmenso fenómeno histórico y cultural que hoy abarcamos con el nombre de América”.
El nuevo mundo no nació el 12 de octubre. Lo que sí nació fue una realidad multicultural. Gonzalo Fernández de Oviedo, en Historia general y natural de las Indias, defiende que se redescubrieron países perdidos desde la antigüedad.
Crónicas fabuladas
Los aborígenes. ¿Qué hacían cuando llegaron las primeras noticias a España? El poder colonizador los arropaba. Los dibujaron con la musculatura de los dioses clásicos en esas primeras cartas dirigidas a la Corona.
Victor Wahlström, en su tesina Lo fantástico y literario en las crónica de Indias, afirma que hay rasgos literarios notables sin función historiográfica.
No había gigantes ni sirenas. Tampoco cíclopes, dragones ni hombres con cola y hocico. No existía algo parecido a reinos ni islas donde nacían personas sin cabellos. Menos ruiseñores que se deslizaban por altas cascadas de agua. Había muchas riquezas, pero quienes escribieron exageraban por fines económicos.
La literatura medieval de la época influyó en las crónicas de Indias. Tanto Colón como Alvar Núñez, Bernal Díaz del Castillo e Inca Garcilaso de la Vega, leían novelas de caballerías, lectura favorita en el siglo XV. También ojeaban el Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandeville.
Ellos impusieron un modelo literario sobre la realidad.
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Para ampliar la óptica
Se recomiendan las siguientes lecturas: Bartolomé de las Casas, Diario de navegación, de Cristóbal Colón; Historia del Nuevo Mundo, de J. B. Muñoz; Historia general de las Indias, de Francisco López de Gómera, y Comentarios reales, de Inca Garcilaso de la Vega.

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