Ya los platos y vasos, de los mil 800 desayunos que dieron temprano, están limpios. Los 26 manipuladores de alimentos están listos para servir mil 800 almuerzos. Afuera, en la avenida del barrio Ranchería, está el tumulto de gente esperando entrar en el Comedor comunitario para población venezolana y colombianos retornados. Son las 11.00 de la mañana.
Por orden de llegada van pasando, porque algunos hombres no permiten la prioridad a mujeres embarazadas ni con niños en brazos. Retiran su número, van a lavarse las manos y luego buscan puesto en uno de los ocho espacios dispuestos como comedor. El menú de hoy es pasta con pollo, pan y jugo natural. «Acá hay nutricionistas que establecen el menú diariamente. Hay personas que llegaron muy débiles, con signos de malnutrición y, ahora, se les ve mejor semblante, ya caminan con fuerza», describe Paola Gómez, directora del comedor y representante de la ONG Guajira Naciente. «Este es el comedor más grande, en cuanto a número de personas atendidas, de los siete que estableció en Riohacha el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en sociedad con Guajira Naciente».
Wilexis Villegas, de 18 años, carga a cuestas a sus dos hijos de tres y dos años: este, como consecuencia de una meningitis, tiene retraso psicomotor. Llegó desde Caracas hace dos meses y deambula por las calles de Riohacha, vendiendo golosinas para subsistir. Duerme en el parque La India y camina, todas las mañanas, hasta el comedor para poder alimentarse y alimentar a sus pequeños. Su pareja, quien ya estaba en la capital de La Guajira, la abandonó a los dos días de haber llegado. Con su piel enrojecida,cabizbaja y silente espera a que le den sus platos. Está deprimida.
En el comedor no solo se brinda atención nutricional. Cada semana, hay capacitación psicológica para los usuarios. «Llegan muy quebrados» asegura Gómez. Es que, al atravesar la frontera, no solo están dejando atrás sus vidas, Wilexis siente que algo le atravesó el pecho y que lo que se le incrustó no la deja respirar bien. Pero, sigue. Espera alguna ayuda para legalizar su estatus migratorio,porque no tiene pasaporte y sus niños, tampoco.
Es este comedor comunitario, Gómez el resto de los 45 empleados esperan, con paciencia, cada día servir, sólo comida; sino dar también una palabra de aliento, a pesar de las groserías o malos tratos que han recibido de unos cuantos beneficiarios.
Fotos: Gustavo Baüer Grimán.