Ojos chamánicos

Weildler

 

Weildler Guerra Curvelo

 

Cuenta la antropóloga Sidne Howell, quien convivió con  los Chewong de la selva tropical de Malasia, que en su cosmología se piensa que algunos animales –como las ranas– cuando están en sus hogares en la jungla abandonan sus “capas” de ranas para percibirse como personas, comportándose de manera racional y reconocible. Esta apariencia los hace invisibles ante los cálidos ojos de los hombres, pero no ante los ojos fríos de los chamanes, quienes pueden verlos bajo su apariencia humana.

Una sensibilidad similar a la de esos ojos chamánicos tiene la pintora colombiana Juliana Ríos Martínez, quien realizó una larga travesía en el continente americano para conectar regiones lejanas como Alaska y La Guajira, pero cuyos paisajes y pueblos amerindios las acercan. Juliana, quien es maestra en Artes Visuales de la Universidad Javeriana, se propuso explorar las temperaturas y los colores a través del viaje. En su búsqueda de los colores cálidos recorrió el Caribe colombiano desde la Alta Guajira hasta Mompox y luego fue hasta los bosques y mares de Alaska tras los colores fríos. Su obra pictórica comprendió 150 acuarelas elaboradas entre los dos y los 40 grados de temperatura, que fueron expuestas en la pasada exposición ArtBo realizada en la capital de la República entre el 25 y el 28 de octubre pasado.

En su enriquecedor viaje, más que distancia y diferencia, esta joven artista encontró cercanía y similitud. Por ello, su obra se llamó ‘El norte fue el sur’. Juliana Ríos tiene una sensibilidad etnográfica que permea toda su obra plástica y así ella pudo reconocer lo que Hilda Kuper llama “el lenguaje de los sitios”. De acuerdo con esta autora, los sitios se encuentran asociados con mensajes que les dotan de sentido.

El territorio guajiro, para dar un ejemplo, tiene una estructura narrativa presente en el paisaje que nos conecta con un orden primordial distante. A través de los relatos y de sus rasgos físicos distintivos, los sitios hacen accesible a cada generación los sucesos de un tiempo transhistórico que se derivan de los demiurgos y otros seres extraordinarios. Los sitios son como las escenas de un drama que se nos revela en secuencias en donde algunos cerros, mares, arroyos y rocas evocan una acción definitiva en la modelación del universo. Igual ocurre en Alaska, según lo describe Richard Nelson, en su obra Make Prayers to the Raven sobre los indígenas Koyukon. Estos se mueven en un mundo vigilante, lleno de ojos, en el que el entorno físico se halla dotado de espiritualidad y conciencia.

He seguido desde sus inicios la obra plástica de Juliana Ríos Martínez,  cuyas raíces guajiras la han llevado a plasmar prácticas culturales como las visitas entre las matronas del Caribe. Su labor creativa, conceptualmente muy rica, se vincula con inquietudes de tipo académico como el arte y la memoria y el sentido del paisaje. Cuando veo sus pinturas siento lo que Borges expresó acerca del fuego y el mar: que los vemos con un antiguo asombro y quien los mira los ve por vez primera siempre.

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