La enfermera Tikuna que cuida a los indígenas del trapecio amazónico

 En la Amazonía colombiana, en la frontera con Brasil y Perú, una enfermera Tikuna con sus conocimientos profesionales y el uso de la medicina ancestral ayuda a su comunidad y caseríos fronterizos a recuperarse de la Covid-19.

Betty Souza es indígena Tikuna del clan tigre. Ella es auxiliar de enfermería y vive en la comunidad de Yoí, ubicada en el resguardo San Sebastián de Los Lagos, en el kilómetro 5, a 15 minutos de Leticia, la capital del departamento de Amazonas en Colombia. Ella aporta en la atención de la emergencia sanitaria de la pandemia, combinando sus saberes ancestrales -heredados por sus abuelos y padres- con sus conocimientos profesionales de la medicina convencional.

La enfermera del pueblo Tikuna o Magüta recuerda que fue terrible la llegada de la Covid-19 a la triple frontera, en marzo de 2020. El virus corrió tan rápido por las fronteras que en la primera semana de abril, en los municipios brasileros Benjamin Constant y Tabatinga se reportaban 18 y 54 casos positivos, respectivamente. Para el 17 del mismo mes se confirmó el primer caso en Leticia y después de una semana, la cifra aumentó a 77. Los medios de comunicación aseguraron que el contagio hacia el lado colombiano provenía de Brasil.

Para ese entonces, se cerraron las fronteras, los vuelos nacionales e internacionales fueron cancelados y los viajes por ríos -como el Amazonas- se restringieron, situación que afectó a muchos indígenas y no indígenas de la capital amazónica, principalmente porque la mayoría de sus habitantes por los bajos costos dependen del abastecimiento de productos alimenticios brasileños y peruanos.

Ante esta difícil situación, los temores de los pobladores fueron más fuertes tras la muerte inesperada de líderes, lideresas, mayores y sabios de sus comunidades, y el desconocimiento de un virus ajeno que llegaba a su territorio.

Betty hace memoria de esos momentos de angustia. “Lo que más recuerdo de la pandemia fue mucho temor, mucho miedo, incertidumbre de cómo se podía tratar esta enfermedad, esto llevó a que tuviéramos tanto miedo porque aún se desconoce para la ciencia lo que en realidad se pueda curar. El episodio más difícil es la muerte de mis compañeros, incluso estar en la casa todos enfermos”, dice Betty al agregar que las pérdidas de sus colegas y allegados de la comunidad ocurrieron mientras estaba aislada por la cuarentena junto a su hijo y esposo.

El abuelo Okaina Antonio Bolivar y Betty Souza en Leticia, la capital del departamento de Amazonas, Colombia. 

Foto: Archivo personal Betty Souza.

Entre las muertes que causaron más conmoción para las comunidades del trapecio amazónico por la Covid-19, fue la de los adultos mayores indígenas, como la del sabedor y actor Okaina, Antonio Bolívar, el 30 de abril del 2020, quien interpretó a “Karamakate” en la película “El abrazo de la serpiente”.

Para las comunidades, la pérdida de sus mayores debilita la transmisión de sus memorias vivas y el compartir de los legados de los saberes, que ayudan a la pervivencia de los pueblos amazónicos.

De acuerdo con el medio independiente Mutante, los abuelos que regresaron a la madre tierra, (expresión de la cosmogonía indígena que hace referencia a la muerte) fueron Aurelia Jifichiu, abuela del pueblo Bora; Aniceto Negedeka, quien era el último abuelo del linaje de la semilla del clan palma de cumare, del pueblo Muinane; Agustín Jacanamejoy, quien era sabedor de la medicina propia del pueblo Inga; Aurelio Jifichiu, era artesano del pueblo Bora y Andrés Coello, abuelo del pueblo Tikuna, entre otras.

La Covid-19 en el departamento de Amazonas en Colombia, ha dejado 6103 contagios entre marzo y abril de 2021, de los cuales, a la fecha del 27 de abril se reportan 30 casos activos y 235 fallecidos y 76 hospitalizados, según el Instituto de Salud Nacional. Esa zona fronteriza sigue en riesgo por la presencia de la nueva cepa brasileña B.1.1.28. conocida como P1.

Para Betty, otra dificultad que se vivió durante los primeros meses de la cuarentena en el resguardo San Sebastián de Los Lagos, en las comunidades aledañas e incluso en Leticia, fue el no poder desplazarse para sembrar y cultivar sus alimentos tradicionales. En la Amazonía, los pueblos indígenas dependen de la siembra y de la cosecha de la tierra, la caza, la pesca y la recolección de frutas silvestre.

La enfermera tikuna Betty Souza realizando control de signos vitales a pacientes indígenas de la zona fronteriza, en Colombia.

Foto: Facebook Betty Souza.

Además, no podían comprar los alimentos perecederos por el cierre comercial y de fronteras. “Para nosotros fue muy duro porque Leticia se abastece de la alimentación, especialmente de productos como el arroz, el aceite, el azúcar, esta serie de víveres que son tan necesarios para las casas, lo adquirimos de Brasil porque vende mucho más barato, al igual que Perú. No se podía adquirir productos muy fácilmente de Colombia porque vienen por avión (desde Bogotá) hacia Leticia y llega muy caro”, dijo Betty.

Con la pandemia fue más evidente el abandono histórico que ha vivido la Amazonía. Uno de los derechos y servicios básicos como es la salud, colapsó. El hospital San Rafael de Leticia y la Clínica Leticia no se dieron abasto.

“Allí se empezó a desnudar todo aquello que estaba oculto. La pandemia empezó a mostrar muchas debilidades de los centros de salud, de las comunidades, aún así, hemos logrado seguir viviendo, ayudar y sobrevivir”, relata.

Volver al origen

Las cuarentenas hicieron que los pueblos indígenas volvieran a la espiritualidad y a la medicina ancestral. Ese fue el caso de Betty, al no tener atención hospitalaria recordó las enseñanzas heredadas por sus ancestros para cuidar de los suyos.

“Empecé a utilizar plantas que sean amargas, que son como antibióticos y plantas con propiedades antiinflamatorias, que nos ayudan a mejorar esta situación. Con estas plantas hemos podido sobrevivir a la pandemia”, comparte la enfermera Tikuna.

Aunque el cuidado con medicinas propias favoreció a muchos de los pacientes que Betty atendió, se encontró con personas que desacreditaban su trabajo y desconocían esta alternativa natural de cuidado, pero también voces cercanas que la motivaron a seguir adelante.

“Muchos me criticaban por lo que estaba haciendo, que la medicina natural no mataba el coronavirus. Para nosotros es insulto porque desde ahí es donde nace la farmacéutica. Lo alentador fue la gente a la cual yo ayudaba, quedaban satisfechas y agradecidas”, relata Betty, quien además aseguró que muchas personas empezaron a tomar remedios propios.

La auxiliar de enfermería bañando con plantas medicinales a un paciente con síntomas de la Covid-19. 

Foto: Facebook Betty Souza.

Gracias a la recuperación de muchos pacientes que Betty trató, su servicio empezó a ser solicitado por toda la triple frontera.

Hoy sus jornadas comienzan desde muy temprano. En sus madrugadas, cuenta Betty, se escucha el trinar de los pájaros y los rayos del sol se entretejen entre las copas de los árboles de la selva. Antes de salir de casa, la mujer Tikuna deja todo en orden, alimentos preparados para su familia y en una mochila empaca la carpa, linternas, botas, pastillas y medicina natural para ir a trabajar. En tiempos de pandemia sale de su casa sin saber la hora de llegada. Sus días suelen ser largos, agotadores y a veces llenos de impotencia porque no puede ayudar a su gente.

“Muchas veces me acuesto tarde en la noche. Ayer (febrero 2021) me acosté a las 2 de la mañana porque me llamaron para ver un paciente que llevaba 14 días en casa, no era de ninguna comunidad, era del municipio de Leticia. Sin embargo, ya lo habían tratado con unos fármacos que yo desconozco, este paciente ya estaba crítico y yo ya no puedo con un paciente en ese estado. Lo que yo recomiendo es que lo lleven a urgencias porque necesitaba mucho oxígeno”, dice.

En los recorridos, Betty se ha encontrado con personas con diferentes niveles de gravedad, ya sea por la Covid-19 o enfermedades como la malaria, el dengue y entre otras que se sumaron a la pandemia y que antes no habían sido atendidas.

En todo el año de pandemia, el departamento de Amazonas ha tenido distintos picos de contagio. La segunda ola se registró en enero de 2021 por la nueva cepa brasileña P1.  El 30 abril, el Instituto Nacional de Salud de Colombia, informó que la llegada de la variante al territorio colombiano, se dio a través de una mujer de 24 años de nacionalidad colombo-brasileña. Ante esta situación, el Gobierno Nacional decidió suspender el ingreso y salida de los vuelos nacionales a la capital del Amazonas, así como el cierre de todas las fronteras; a la fecha de esta publicación (28 de abril) Leticia sigue cerrada, tan solo se han presentado algunos vuelos humanitarios, aunque, el gobierno también informó que a partir del 1 de mayo se hará apertura de vuelos a Leticia, dado que en la ciudad se ha realizado el 90% de inmunización con las vacunas.

“Para nosotros el cierre del aeropuerto es algo injusto, se dice que la preocupación del gobierno es no permitir entrar la nueva cepa de Brasil hacia el interior de Colombia. Desde un inicio se han presentado todos los brotes, van haber esas mutaciones, esas variantes”, comentó Betty angustiada.

La vacuna, una esperanza

La llegada de la vacuna a finales de febrero de 2021 a Colombia devolvió la esperanza a esta región golpeada por el virus e históricamente olvidada. Sin embargo, cuando se informó sobre la distribución de las dosis, para el Amazonas tan solo se asignaron 54, (según la resolución 0168 del 16 de febrero del 2021) para una población que en ese mes llevaba más 2.000 contagiados. Ante esta noticia, los amazonenses hicieron presión al Gobierno Nacional, logrando que mediante la resolución 0195 del Ministerio de Salud se designaran 20.870 dosis para los mayores de 18 años residentes en Leticia y 1.871 para la población adulta de Puerto Nariño.

«En 14 días el departamento logró con éxito vacunar a 22.741 personas”, informó Héctor Hernández, secretario de Salud del Departamento de Amazonas, quien además le solicitó al presidente de la república Iván Duque, el pasado 8 de marzo, aumentar las vacunas para otras zonas fronterizas del departamento, así como la inmunización a las comunidades indígenas conocidas como áreas no municipalizadas.

«Requerimos vacunar a las poblaciones que se encuentran en zonas apartadas donde los desplazamientos se realizan en vuelo de dos horas y posteriormente en botes que demoran en llegar a su destino, hasta tres días para poder llegar con los inmunológicos a las comunidades», dijo Héctor Hernández.

Aunque los contagios en la capital del departamento del Amazonas van en aumento, Betty asegura que muchos de los pueblos indígenas de esta zona, han aprendido a autocuidarse con plantas medicinales y consideran seguir tratando el virus de esa forma.

“Consideramos que la vacuna no es importante, es una vacuna que ha sido elaborada apresuradamente y prácticamente llevamos un año de pandemia cuando nosotros lo hemos venido curando (el coronavirus) desde nuestros conocimientos y prácticas, hemos visto que esto no es como lo están diciendo. Muchos de nuestros líderes y de la comunidad le han dicho que no a esta vacuna porque lo vemos como una imposición y que el covid no tiene cura”, reflexiona.

Betty no solo es profesional de la salud, también es líder y autoridad en su comunidad. Por años, ha sido vocera de las víctimas del conflicto armado, ha caminado el territorio y conoce las deficiencias y las necesidades que padecen los pueblos indígenas en la triple frontera, es por eso que hace un llamado a las autoridades no indígenas para que atiendan las necesidades y logren accesos a dignos a los derechos  como la salud y la educación.

Video de Betty Souza relatando su travesía en las comunidades del trapecio amazónico para tratar a los pacientes con síntomas de la Covid-19.

“Les pido que mejoren las instalaciones de salud, que son donde atienden los hospitales, las clínicas, han tenido muchas falencias en nuestro territorio. Seguimos padeciendo lo mismo, no tener lo justo y necesario para atender la pandemia es mucha la población que se enferma y ha entrado en crisis”, reclama.

Para Betty, el aprendizaje que ha dejado este primer año de pandemia es proteger la vida de sus “hermanos” y volver a “nuestra cultura, a nuestras raíces, al campo, a ser autónomos, cultivar nuestra comida y a creer en nuestra propia medicina”.

Betty Alezandra Souza Mozombite con su traje tradicional Tikuna, en la maloca de la comunidad de San Sebastián de Los Lagos, en el departamento de Amazonas, Colombia. Foto: Facebook Betty Souza.

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Nota. Esta historia hace parte de la serie #RelatosdeResistencia en zonas de frontera producida por Agenda Propia con el apoyo de NED. Con estos reportajes fortalecemos el Periodismo Colaborativo Intercultural en América Latina.

Por: Vanessa Teyete, periodista del pueblo Bora / Agenda Propia

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