La profesora que enseña en dos lenguas para preservar a su pueblo indígena

Profesora

n el norte del municipio La Primavera (Vichada) conviven dos pueblos a cada lado del río Gavilán, una ramificación del río Tomo. Por una parte está la comunidad de La llanura, un resguardo de los indígenas sikuani, que hacen parte de la familia lingüística Guahibo y habitan áreas de los llanos de Colombia y Venezuela. Y por otro, están los mestizos que se dedican a la agricultura o a la ganadería.

La mayor parte de la población que habita esa zona vive en el resguardo, salvo por algunas familias de agricultores. Por eso, el colegio internado Buenavista, que está a unas cinco horas de La llanura, debería ilustrar el panorama multiétnico de la región. Sin embargo, la elección de los dos profesores de la escuela no respondía a esa realidad: solo hablaban español y no podían comunicarse con algunos estudiantes que no conocían esa lengua.

Finalmente, el año pasado la Secretaría de Educación contrató a Noralba Moreno, una maestra indígena bilingüe (habla sikuani y español), que junto a Jenci Ortiz, profesor y rector del colegio, les enseña a 46 estudiantes con diferentes conocimientos lingüísticos.

La llegada de Noralba fue un alivio para Jenci, que solo habla español y no podía comunicarse con varios estudiantes; pero significa, sobre todo, la reivindicación de las tradiciones indígenas en medio de un sistema educativo occidental.

Hay 40 alumnos de Buenavista que son sikuani y gracias a Noralba Moreno, una maestra indígena bilingüe, aprenden español con mayor facilidad. | © Estefanía Palacios

Los estudiantes del otro lado del río Gavilán

Hoy en día, 40 alumnos -el 87 por ciento- son sikuani, pero ese número no siempre fue tan alto. Todo empezó cuando Jenci, profesor de esa escuela desde 1998, se percató de que el número de alumnos matriculados disminuía cada año. “Muchos pobladores les vendieron sus fincas a familias mucho más pequeñas, algunas sin hijos, y a industrias”, asegura.

Ese cambio demográfico no solo ocurrió en Vichada. Cifras del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), indican que el porcentaje de colombianos que habitan zonas rurales ha disminuido desde mediados del siglo XX por el desarrollo económico y el desplazamiento.

El panorama impulsó a Jenci: “me fui al resguardo La llanura, hablé con el capitán de la tribu y le ofrecí los servicios del internado”, cuenta. La iniciativa funcionó y llegaron muchas familias a matricular a sus hijos.

De hecho, hace unos cinco años la mayoría de los estudiantes de Buenavista llegan desde el otro lado del río. Algunos son bilingües desde muy pequeños, pero otros entran sin hablar español y si no tienen acceso a un traductor se demoran más en retener conocimientos específicos. Por eso, Jenci le pidió a la secretaría un profesor bilingüe.

«Al principio el español me pareció muy difícil, no entendía lo que decía la profesora y los niños indígenas, mayores que yo, tenían que traducirme».

Noralba Moreno se encarga de llevar todos los días a los niños más grandes al conuco. Recoger los frutos ha sido difícil, pues en varias ocasiones el ganado de otras fincas ha entrado a la huerta y ha destruido los cultivos. |© Estefanía Palacios

Matemáticas en español y sikuani

Luego de un viaje de 16 horas desde Puerto Carreño, Noralba llegó al colegio Buenavista y lo primero que la sorprendió fue la belleza del paisaje. Agradeció el cambio de entorno montañoso y selvático que vio toda su vida, primero en el municipio de Cumaribo (Vichada), donde nació y creció, y luego en Puerto Carreño. 

Noralba no viene de La llanura pero, al ser sikuani, comparte y entiende perfectamente la lengua y las tradiciones de ese resguardo. Por eso, en Buenavista se sintió como en casa.

Desde agosto de 2018 dicta clase para los estudiantes de primer, segundo y tercer grado simultáneamente. Si los más jóvenes o los nuevos no entienden algo en español, Noralba lo traduce a sikuani.

Y como Noralba y los otros alumnos hablan en sikuani, los estudiantes que no conocen esa lengua se familiarizan con ella. Por ejemplo, Tania, de 12 años, ya entiende expresiones en sikuani, aunque lleva un poco menos de un año en el colegio y no es indígena.

Despertar el conocimiento tradicional

Y Noralba comparte mucho más que la lengua con sus alumnos. También los unen sus ancestros, luchas y tradiciones.

Hay cosas que algunos blancos no entienden, como el rezo del pescado. Cuando a una niña sikuani le llega el periodo, tiene que estar encerrada unos días trabajando y tejiendo, alejada de los demás. Luego rezan por ella para que pueda comer carne y pescado sin que se la lleven los espíritus de la naturaleza”, dice Noralba sobre uno de los rituales sagrados del pueblo sikuani.

Ahora, las alumnas que atraviesan la pubertad en el colegio Buenavista le preguntan a Noralba sobre sus costumbres. “Yo entiendo a las estudiantes porque viví lo mismo. Cuando me llegó el periodo me dejaron encerrada una semana y media. Me bañaron y rezaron. Luego me llevaron a un caño (río) y de ahí tuve que correr hasta la casa. Después me cortaron el cabello y me dejaron libre”, relata Noralba.

Su llegada no solo significó la apertura de más espacios en el colegio para pensar y hablar sobre las tradiciones de muchos alumnos, también se trata de un acercamiento a las costumbres ancestrales que, según Noralba, algunas familias perdieron por el desarrollo tecnológico y la evangelización. 

La evangelización de los indígenas sikuani empezó en 1930, cuando llegaron curas a la zona para imponer, gradualmente, su religión y su idioma. Por la castellanización muchos indígenas renunciaron a sus rezos, construidos por sus ancestros en la lengua nativa.

Como Noralba siente un inmenso respeto y cariño por sus tradiciones, construyó una huerta con el profesor Jenci. “Empezamos un conuco (huerta) para que los niños no olviden cómo sembrar y cómo utilizar la tierra, así como siempre lo han hecho los sikuani. Sembramos yuca, plátanos y piña”, cuenta la profesora.

Noralba planea quedarse unos tres años en la escuela y luego volver a Puerto Carreño, donde aún vive uno de sus hijos. Mientras tanto, sigue determinada en mostrarles a los estudiantes, en español y en sikuani, que mantener y compartir su cultura vale la pena.

Fuente: https://semanarural.com/web/articulo/profesores-que-ensenar-lenguas-indigenas-en-colombia/1020.

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