Francia Márquez, la colombiana que ganó el ‘Nobel de medioambiente’

Ganadora premio ambiental

 

EL TIEMPO

Tiene 36 años y dos hijos. Madre cabeza de hogar. Lideresa afrodescendiente y defensora del territorio y el medio ambiente. Desplazada de la violencia. Víctima de la guerra y de las retroexcavadoras que entraron sin avisar a su comunidad y contaminaron los ríos con mercurio. Mujer de agua, danza y teatro. Hoy, ganadora del Premio Goldman, el ‘Nobel de medioambiente’, por su lucha contra la minería ilegal en el Cauca.

Francia Elena Márquez creció a orillas del río Ovejas, donde fue enseñada, desde los cinco años, a vivir de la minería artesanal y a sembrar yuca, plátano y frutas. Con nostalgia recuerda esos días en los que salía con su mamá y abuelos a pescar, armaba un ranchito y pasaba la noche allí, en medio del silencio y las estrellas.

Oriunda de la vereda Yolombó, municipio de Buenos Aires, en el norte del Cauca, decidió estudiar Derecho con el único objetivo de defender a su gente y detener las actividades de minería ilegal en La Toma.

En 2014, logró movilizar a un puñado de mujeres que caminaron durante 10 días hasta llegar a la Plaza de Bolívar, en Bogotá, y presionar al Gobierno colombiano para ponerle freno a la actividad en la región, que estaba ocasionando negativos impactos ambientales, sociales, de salud y seguridad alimentaria.

“Las excavaciones ilegales de este paraje colombiano generaban más de 30 toneladas de mercurio anuales que acababan en las aguas de esta región amazónica, provocando una intoxicación que se extendía a lo largo de más de 230 kilómetros. Alrededor de las minas, además, surgían poblados en los que la prostitución, los altercados y el tráfico de drogas eran el pan de cada día”, dice Goldman, quien le otorgó este importante reconocimiento por “superar el sexismo, el racismo y la corrupción para liderar la lucha de La Toma y ahora busca representar a la comunidad afrocolombiana”.
¿Qué cambios le significó a su comunidad la entrada de la gran minería?

—La gente sale del territorio porque le toca, no porque quiere. Es por necesidad o por la situación de violencia que nos obliga salir y dejarlo todo. Sin embargo, todos mis recuerdos están en el río, con mi familia, cuando hacía minería artesanal hasta que llegaron foráneos con otras costumbres y empezaron a usar mercurio y cianuro, a contaminar los ríos y dañar el tejido social.  Fueron las retroexcavadoras las que cambiaron la cultura. Las personas empezaron a ir a las minas todos los días, sin dejar descansar a la naturaleza, por el miedo a que esta gente se llevara todo y nos dejara sin nada. Hoy las fincas se han acabado y se ha perdido el conocimiento tradicional. Ahora es una generación de jóvenes que quieren otras cosas.

¿Qué significa este premio para usted?

—La reivindicación de los derechos como pueblos afro, entendiendo que hay un racismo estructural. Es un reconocimiento a la apropiación del territorio como espacio de vida, no solo como un pedazo de tierra para llenarse los bolsillos de plata. Y no es un premio solo para Francia, sino para la lucha de toda mi vida, para las mujeres que marcharon junto a mí, para la comunidad, para la gente que ha muerto por defender la vida.  Ahora estoy más convencida de que hay que apostarle a la dignidad de vivir en paz, en un territorio tranquilo y donde se vea la necesidad de respetar el medio ambiente. De hecho Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para defender el medio ambiente… A nosotros nos esclavizaron por un modelo económico, el que saca a la gente de sus territorios y pone en riesgo la biodiversidad. Es un error muy grande pensar que Colombia solo puede vivir de la minería. Hay que dar el siguiente paso. Hay un calentamiento global que tenemos que frenar a como dé lugar, entre todos, y que pone en riesgo la existencia de la vida humana.

¿Y ahora qué viene para usted, qué más le gustaría hacer?

—Esto ha significado mucho para mí porque a veces uno siente que está luchando solo, que va contra la corriente, que nadie entiende lo que uno pide. Así que mi siguiente paso es empujar la lucha.  Espero que el Premio Goldman sea un mensaje para el Gobierno Nacional, para que haga una reflexión sobreEst lo que está afectando a las comunidades afro, indígenas y campesinas de Colombia, y, especialmente, para transformar ese modelo económico extractivista de muerte. Como mujer que he parido, me queda el amor maternal para seguir empujando la necesidad de seguir pariendo, esta vez la dignidad para nuestro pueblo y el mundo.

¿Piensa regresar con su comunidad?

Ahora mismo no tengo las garantías. Salí desplazada por enfrentarme a la minería ilegal y por decir que pararan las máquinas. Me declararon objetivo militar, me tocó esconderme en casas ajenas y luego salir de mi territorio. Todavía estoy en condición de desplazamiento forzado y tengo un esquema de protección con el que también he tenido problemas por temas tan ilógicos como el combustible o el arreglo de unas llantas.  Hay mucha gente que quiere seguir en la violencia, que la perpetúa con sus discursos, pero son aquellos que solo la han visto en televisión pero no la han vivido en carne propia. Si algo es claro en este país es que la gente pobre es quien enfrenta la guerra, no los hijos de los poderosos.

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“Es un error muy grande pensar que Colombia solo puede vivir de la minería. Hay que dar el siguiente paso”.

“Hay mucha gente que quiere seguir en la violencia, que la perpetúa con sus discursos, pero son aquellos que solo la han visto en televisión pero no la han vivido en carne propia”.

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