La espiritualidad se teje en los colores de la Guajira Tü asheyuukuwa’ipanainwaakaa asonnusu sünain süno’u suumain

¡Maravillosos colores! “Tu chinchorro es como un arcoíris para las brumas del corazón, anuda el cielo de los sueños a la ternura del jazmín. Hilos de alba y ocaso entretejiste con tus dedos finos. Hilos de desvelos porque, hasta el amanecer, tus manos iban de un lugar a otro en el telar. ¡Mira, tengo en mis manos un hilo de horizonte en tu chinchorro que lo hurté, mientras dormía en el palmar!”, cuenta la poesía de Rosa Virginia Martínez, en su libro Ziruma.

El colorido y la frescura del chinchorro se dejan entrever, en las rancherías de la Guajira, como una cómoda invitación al descanso. Kanasü (diseños con símbolos de la cultura wayuu) de colores simbolizan y enaltecen su belleza ancestral tejida por los antepasados y concebida como la pieza más difícil; pero, a la vez, más hermosa de confeccionar.

Un arte

En el “blanqueo” (o encierro wayuu, luego de que la joven menstrúa por primera vez) la mujer wayuu aprende de sus abuelas el arte de la elaboración del chinchorro, las variadas técnicas, las formas y el diseño con esmero y sabiduría. “Mis tías y mis abuelas me tomaron de la mano, me pusieron una estera y me colocaron boca abajo; me alzaron y me acostaron en un chinchorro que colgaron muy alto. Eso marcó mi vida para siempre. Fue una experiencia bonita; pero, a la vez, dura que venía con una enseñanza y la disciplina del tejido”, cuenta Carmen Palmar Ipuana.

La majayut (adolescente wayuu), mientras aprende a tejer el chinchorro, se levanta a las tres de la mañana.  Su abuela la despierta, con una sonrisa, paso a paso cómo confeccionarlo con paciencia; entre tanto, le susurra poesías acerca de la naturaleza y la toca para que permanezca despierta. Así, le entrega toda su sabiduría del arte, porque sabe que, en la madrugada, la joven memoriza cada palabra que nace de los labios de la anciana, rememorando lo que hacía Walekerü (Araña tejedora en sueños) con las mujeres wayuu.

Leyendas plasmadas

Según el antropólogo Nemesio Montiel, “los primeros chinchorros eran realizados con fibras de árboles de enea o cocuiza extraída del cují. Luego, por la relación de los wayuu con los españoles, trajeron los hilos de colores que enriquecieron el arte de la confección del chinchorro. Con estas nuevas herramientas que el wayuu tenía a la mano, perfeccionó la técnica y crearon chinchorros más hermosos y complejos, llenos de colores vistosos y de antiguos íconos”.

El chinchorro tiene toda una simbología de vida y muerte. La mística de la espiritualidad wayuu se entreteje en él. La poesía, los mitos las leyendas confluyen entre sus colores y kanasü elaborados por las manos de la mujer. Además, narra la cultura de la etnia: algunas mujeres tejían los cuentos que heredaban de sus abuelas en estas piezas de magnifica complejidad y belleza estampada con diseños abstractos de la naturaleza de la Guajira.

Relatos como el de Ma’leiwa (dios creador de los wayuu), Juya (Padre, dios Lluvia), Ka’i (dios Sol), Walekerü o Mma (Madre Tierra) continúan plasmados en los kanasü antiguos de chinchorros ancestrales tejidos por matronas y mujeres wayuu que amaban sus tierras y sus costumbres.

Un tejido complejo

La confección del chinchorro está estructurada por partes que se complementan entre sí. El cuerpo o saja’püin mide tres metros de largo por dos de ancho y se compone de un tejido un tanto elástico y transparente elaborado en diversas técnicas.

El cuerpo remata en las cabeceras o shikii süi que son unas mallas entrelazadas con hilos, atadas a las “cabuyeras” o kauyeera que comprenden un tejido de argollas, terminado en una agarradera anudada.  El asidero se ata a un cordel largo, formado por hilos fuertes que permite guindarlos en las alcayatas, árboles, columnas.

Descanso

El uso del chinchorro entre los wayuu es frecuente para el descanso y los viajes. El hombre wayuu camina por la Guajira con una capotera (bolso para el hombre) o un süsü (mochila) en el cual lleva el chinchorro para pernoctar en la casa de algún familiar o donde pueda colgarlo para observar a Kashi (Luna) y ofrecerle poesías en jayeechi (cantos wayuu).

En la cultura wayuu, el chinchorro simbolizaba la vida, la procreación, el descanso y la muerte. Por eso, dentro de las familias o clanes se discutía siempre quién contaba con el más hermoso y grande. Algunos medían su belleza por los colores, la calidad del trabajo y la resistencia en el tiempo.

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